Ewa Lipska (Cracovia, 1945), poeta polaca perteneciente a la llamada «Nueva Ola», estudió en la Academia de Bellas Artes de su ciudad natal, aunque posteriormente ha trabajado como especialista en poesía para diversas revistas, periódicos y editoriales, como Życiu Literackim, Dzienniku Polskim o Wydawnictwa Literackiego (1970-1980). Entre 1991 y 2001 dirigió el Instituto Polaco de Viena, dependiente de la embajada polaca en esta ciudad.
Entre sus poemarios más importantes destacan Wiersze [Versos] (1967), Drugi zbiór wierszy [Segunda colección de versos] (1970), Czwarty zbiór wierszy [Cuarta colección de versos] (1974), Żywa śmierć [La muerte viva] (1979), Przechowalnia ciemności [Consigna de la oscuridad] (1985), Wakacje mizantropa [Las vacaciones del misántropo] (1993), Sklepy zoologiczne [Tiendas zoológicas] (2001), Ja [Yo] (2003), Gdzie indziej [En otro lugar] (2005) o Pogłos [Eco] (2010).
Su obra, merecedora de numerosos premios literarios, entre ellos el Kościelski Award, ha sido traducida a diversas lenguas europeas.
En España, Ediciones Trea ha publicado en un solo volumen, en edición bilingüe, sus libros Drzazga (2006) y Pomarańcza Newtona (2007): La astilla / La naranja de Newton, traducción de Antonio Benítez Burraco y Anna Sobieska, Gijón (Asturias), 2010.
Desde la aparición de sus primeros poemarios, la obra de Ewa Lipska, que se nutre de un combativo espíritu de protesta frente a la injusticia, que vindica la necesidad que para el verdadero poeta tiene saber anclar su devenir personal en los prosaicos afanes e inquietudes de sus coetáneos y que defiende la importancia de la experimentación lingüística para la consecución de una voz poética genuina y al mismo tiempo sincera, lleva deleitando (y haciendo reflexionar) al sorprendido lector desde hace justamente cincuenta años.
Con el transcurso del tiempo, en sus versos ha ido ganando peso una irónica reflexión acerca de las sempiternas cuestiones del objeto último de la existencia humana y del sentido de la muerte. Enfrentados desde la estoica distancia que proporciona esa amable ironía, pero también desde la equívoca proximidad que procuran las abundantes metáforas que caracterizan su lenguaje literario (metáforas complejas, que bosquejan casi siempre un espacio onírico, en ocasiones surrealista), tales interrogantes aparecen transmutados en las lacerantes heridas que inflige, y en las dolorosas carencias de que adolece, nuestro mundo moderno, deshumanizado y deshumanizador, en el que sólo la imaginación y el arte parecen erigirse en vías de escape de una realidad plagada de peligros y de sufrimiento.