Junto a las muchas formas y variantes del teatro dramático, basado en la literatura, en Polonia se desarrollan y logran significativos resultados géneros para los que los medios de expresión más importantes no son la palabra (teatro plástico, musical, teatro del movimiento). Son cada vez más populares los teatros que utilizan títeres, figuras o sombras; hay incluso teatro del dibujo y teatro del fuego y del papel. Junto a instituciones apoyadas en fundamentos sólidos, con una tradición de varios siglos y un equipo de experimentados profesionales, en distintas partes del país florecen también teatros de aficionados, teatros callejeros, grupos sin salas propias, sin recursos, sin aparato escénico.   Esta diversidad y este auténtico compromiso de tanta gente constituyen la mejor prueba de que el teatro en Polonia sigue siendo un fenómeno vivo e inspirador. Lo prueba también el interés del público, especialmente el público joven, que busca «su» escena y crea alrededor de ella un clima inigualable. A pesar de las dificultades financieras, lo prueban los festivales y las magníficas revistas de teatro, como «Dialog», que desde hace muchos años presenta los más recientes logros de la dramaturgia mundial.
  Al igual que en otros países de Europa, el teatro dramático, basado en la existencia de conjuntos artísticos relativamente estables, es el más difundido en Polonia. A pesar de los cambios que han tenido lugar durante los últimos años, se trata todavía de un teatro de directores, que son quienes deciden sobre la forma de la obra y sobre el aspecto de las diferentes escenas. En este grupo, el más representativo es el Teatro Nacional de Varsovia (Teatr Narodowy). El eje de su repertorio está constituido por los dramas polacos y extranjeros más destacados, con los que los directores establecen un particular diálogo escénico, planteando a las obras clásicas las preguntas que atormentan a los polacos contemporáneos. En esta búsqueda, el Teatro Nacional recurre muchas veces a muy audaces experimentos, lo que provoca que esta escena, a pesar de su carácter representativo, no sea estrictamente académica. Las más características son las obras montadas por Jerzy Grzegorzewski (director del Teatro en los años 1997-2002), quien utilizando un elaborado aparato escénico (elementos metafóricos de escenografía: pantógrafos, enormes instrumentos musicales, accesorios simbólicos) y realizando su propio montaje de los textos clásicos, los somete a una peculiar prueba de valores, buscando el sentido que puedan tener aquí y ahora.
  Un poco más conservador es el otro teatro de carácter nacional, y al mismo tiempo el único en Polonia que pertenece a la Unión de Teatros Europeos: el Antiguo Teatro Nacional de Cracovia (Teatr Stary). Este teatro, que se hizo famoso en los años 70 gracias a los magníficos y conocidos espectáculos de Konrad Swinarski, Jerzy Jarocki y Andrzej Wajda, intenta vincularse con esta tradición buscando sucesores dignos de estos maestros.
  Actualmente, el colaborador más importante del Antiguo Teatro es Krystian Lupa. Desde hace años, escenifica de forma consecuente los dramas y la prosa de escritores de lengua alemana (Th. Bernhart, R.M. Rilke, R. Musil), sin dudar ni siquiera en llevar a la escena la novela de H. Broch Lunáticos. Entre sus focos de interés se encuentra también la literatura rusa (escenificaciones de Los hermanos Karamazov de Dostoievski y-últimamente- de El maestro y Margarita, de M. Bulgakov). Lupa rompe la marcha tradicional de la representación alargando el tiempo, concentrándose no en la historia ni en el conflicto, sino en el valor poético de las distintas situaciones. Es un teatro de reflexión filosófica y existencial en cuyo centro se encuentra el hombre contemporáneo, un hombre contemporáneo que trata de encontrar su lugar en un mundo cada vez más deshumanizado. Desde hace algunas temporadas, los espectáculos de Lupa se presentan regularmente en París, donde son altamente apreciados por el público y por la crítica. En la segunda mitad de los años 90, surgió en el teatro dramático una nueva generación de directores que decidieron tratar de crear representaciones que respondieran a las experiencias y problemas de la generación de los treintañeros, educados en la cultura de masas, acostumbrados al ritmo rápido de los acontecimientos, y al mismo tiempo cada vez más perdidos en el mundo del capitalismo consumista. El Teatro de Variedades (Teatr Rosmaitości) de Varsovia -conocido como el «teatro más rápido de la ciudad»- se convirtió en la principal escena de este movimiento. Entre los directores que han colaborado con este teatro se distinguen Krzysztof Warlikowski y Grzegorz Jarzyna.

Warlikowski consiguió reconocimiento internacional con una serie de innovadoras escenificaciones de obras de Shakespeare, perparadas tanto para escenas polacas (La fierecilla domada, Hamlet) como extranjeras (Pericles, en el Piccolo Teatro de Milán; La noche de los Reyes Magos y La tempestad en el Stadt-Theater de Stuttgart). Jarzyna, en su búsqueda de la manera de representar la complicada situación existencial del hombre de nuestros días, recurre también al drama contemporáneo (Locura tropical, de S.I. Witkiewicz; Ivonne, princesa de Borgoña, de W. Gombrowicz; Restos humanos no identificados…, de B. Frazer), así como a los clásicos de la novelística europea (El idiota, de F. Dostoievski; Doctor Faustus, de T. Mann -dirigido en el Hebbel Theater de Berlín). Últimamente ambos directores se han interesado por las obras de Sarah Kane, preparando representaciones estremecedoras: Libres (Warlikowski) y Psychosis 4.48 (Jarzyna). El mapa teatral de Polonia, del que desde hace muchos años los puntos principales han venido siendo Varsovia y Cracovia, ha sufrido numerosos cambios en la última década. Ciertamente, la posición dominante de la capital sigue sin estar amenazada, pero por el segundo lugar compite cada vez más Wrocław. Con los teatros de Wrocław colaboran reconocidos maestros (Jerzy Jarocki, Krystian Lupa), así como un grupo de directores más jóvenes, con Piotr Cieplak y Paweł Miśkiewicz a la cabeza. Aspiraciones similares tienen Poznań, Gdańsk y Łódź. Una de las más grandes sorpresas de las últimas temporadas fue el florecimiento del teatro en la pequeña Legnica, ciudad que en tiempos fue base del ejercito soviético estacionado en Polonia, y donde el director Jacek Głom emprendió una búsqueda de nuevas formas de entendimiento con el público local. Así pues, comenzó montando espectáculos que hablaban sobre acontecimientos relacionados con la vida de la sociedad local, y también ubicando los dramas clásicos en espacios sorprendentes (por ejemplo Coriolano de Shakespeare en los antiguos cuarteles prusianos).

No cabe duda de que los mayores logros de la escena polaca en el siglo XX se deben a artistas que han buscado una nueva forma y otras funciones para el arte teatral. Desde el mismo principio del gran movimiento reformador europeo, la gente de teatro polaca emprendió audaces experimentos. La corriente polaca de la reforma se caracterizó por la unión del teatro con la metafísica. Una fuente de este tipo de búsquedas fue la obra y el pensamiento de los románticos polacos, con Adam Mickiewicz a la cabeza. En sus Dziady (Antepasados) -la obra más importante de la literatura polaca-, va incluida una visión del teatro como fenómeno en la frontera entre el espectáculo y el rito, especie de misterio que transmite el actor. En los años posteriores, esta visión fue parcialmente compartida, incluso de manera polémica, por los artistas más importantes de la escena polaca, ya fuera para desarrollarla o para modificarla.
  De este mismo tronco surgió la obra de Stanisław Wyspiański: poeta, pintor, visionario, cuyo trabajo realizado a fines del siglo XIX y principios del XX, influyó en el desarrollo del teatro durante todo el siglo. Su arte, de inspiración romántica y simbolista, une las tradiciones católica, pagana y antigua con los problemas políticos y existenciales del siglo naciente, y hasta la fecha no ha sido descubierto y comprendido del todo, por lo que constituye una herencia viva y fascinante. A esta obra hacen referencia los creadores del teatro polaco «monumental»: Leon Schiller (colaborador de Edward Gordon Craig), Juliusz Osterw o Wilam Horzyca. A ellos vinculó su búsqueda también Tadeusz Kantor, artista plástico de vanguardia que se interesó por el teatro precisamente a través de esa búsqueda de nuevos medios de expresión. Tras largos años de experimentación (intentos por adaptar a las necesidades del teatro los principios del tachismo y del happening), Kantor desarrolló su propio modelo, llamado Teatro de la Muerte. En sus más famosas representaciones: La clase muerta, Wielopole, Wielopole o Nunca más volverés aquí, el artista presentaba «sesiones de muertos», en las que evocaba imágenes, palabras y sonidos deformados por el paso del tiempo. Haciendo uso de sus experiencias y sus recuerdos, mostró la memoria colectiva de finales del trágico siglo XX, el siglo del holocausto.
  Un intento totalmente distintoa de renovar el teatro -aunque surgido de las mismas raíces- fue el emprendido por Jerzy Grotowski. Buscando la técnica del «actor santo» e intentando crear una representación que fuera un acto de sacrificio desinteresado, llevó a cabo la segunda gran reforma del arte teatral -después de Konstanty Stanisławski-; su libro Towards a Poor Theatre aún constituye una de las obras de estudio más importantes en las escuelas teatrales de todo el mundo. Los espectáculos del Teatro Laboratorio, dirigido por Grotowski, como Akropolis (drama de Wyspiański reubicado en un campo de concentración), El príncipe constante (basado en Calderón-Słowacki) o Apocalipsis cum figuris, pertenecen a los logros más importantes del teatro mundial del siglo XX y constituyen un punto de referencia para muchos artistas. Peter Brook, Eugenio Barba, Richard Schechner y André Gregory, entre otros, reconocen haberse inspirado en la obra de Grotowski. Durante los últimos años de su actividad, Grotowski hizo investigaciones sobre la posibilidad de crear una estructura dramática que actuara de manera similar a un rito religioso. Después de su muerte, estos trabajos han sido continuado sus discípulos Thomas Richards y Mario Bagnini, quienes dirigen el Workcenter creado por Grotowski en Ponteder, Italia.
  La obra de Grotowski ha influido también en muchos artista polacos. Włodzimierz Staniewski, que durante varios años colaboró muy de cerca con Grotowski, se rebeló contra su maestro en 1977 y fundó el Centro de Prácticas Teatrales de «Gardzienice», una pequeña ciudad cerca de Lublin. Hoy, después de 25 años de existencia, el Centro es conocido en todo el mundo, y el método de trabajo de actor creado por Staniewski, llamada por él «ecología del teatro», se considera uno de los más importantes del siglo XX. Lo más característico de «Gardzienice» es el tratamiento del teatro como una de las variadas actividades culturales, como expediciones a terrenos habitados por gente que conserva las tradiciones populares (por ejemplo los terrenos del Este de Polonia y del Oeste de Ucrania, con sus peculiares aldeas), así como la estricta vinculación del arte con el medio ambiente en el que surge. Los espectáculos mismos -excepcionalmente intensos, llenos de música, movimiento, cantos dramáticos- evocan los mitos fundamentales de Oriente y Occidente. Desde hace algunos años, Staniewski se interesa particularmente por la Grecia antigua como fuente de la cultura y la espiritualidad europeas. Tras la representación de Metamorfosis, basada en Apuleyo (presentada en Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña y España, entre otros países), preparó junto con la gente de «Gardzienice» un espectáculo basado en la Electra de Eurípides, que marca nuevos caminos en su búsqueda teatral.
Del círculo de Włodzimierz Staniewski surgen fundadores de centros muy activos y sumamente interesantes y no sólo de carácter teatral. En Sejny trabaja la Fundación «Pogranicze» (Fronteriza) fundada por Krzysztof Czyżewski, otrora colaborador de «Gardzienice». Una de las formas de trabajo de «Pogranicze» es el teatro (entre otras, la escenificación de Dibuk de Szymon Anski), mientras que su objetivo es hacer que los habitantes de los terrenos fronterizos tomen conciencia de la extraordinaria riqueza de su tradición, una tradición que ha reunido a lo largo de los siglos las influencias polacas, judías, bielorrusas, lituanas, ucranianas e incluso tártaras.
  Así como Czyżewski, de Gardzienice salió Jan Bernad, creador de la Fundación «Muzyka Kresów» (Música de los Confines), que desde hace tiempo se dedica a reunir y reconstruir la rica tradición multiétnica de los antiguos Confines orientales. En los años 60 y 70 del siglo pasado, junto a las más importantes realizaciones de Grotowski, en Polonia se desarrolló un movimiento de teatro social y políticamente comprometido. Al principio se trataba sobre todo de un teatro estudiantil contestatario, luego, en la época del estado de guerra, el movimiento llego hasta los profesionales, que organizaban los espectáculos del clandestino Teatro Casero. Una forma particular de contestación política que utilizaba medios teatrales era aquella que estaba constituida por la actividad de la Alternativa Naranja, grupo de Wrocław que organizaba happenings masivos en los que se burlaba de los símbolos y las ceremonias oficiales. Tras recuperar la soberanía, en 1989, el grupo se debilitó, pero últimamente ha vuelto a regenerarse, teniendo ahora un carácter sobre todo anticapitalista y antibélico. El principal centro de actividad de este tipo es Poznań, donde junto al famoso en los años 70 y 80, y aún activo, Teatro del Octavo Día, trabaja el Teatro Agencia de Viajes. Uno de sus grandes logros es el espectáculo al aire libre Carmen Fúnebre, realizado a partir de los acontecimientos en la antigua Yugoslavia y que desde hace algunos años se presenta en todo el mundo.
Otra corriente teatral que se desarrolla en Polonia es el teatro plástico, que utiliza sobre todo la imagen, renunciando casi totalmente a la palabra. Su precursor es Józef Szajna (1922), artista plástico que comenzó a colaborar con el teatro como escenógrafo, para después dedicarse a la dirección y, a partir de los años 70, a crear espectáculos teatrales en los que utilizaba sugestivas imágenes que recordaban las estéticas expresionista y surrealista. La original forma del teatro de Szajna provenía tanto de sus experiencias plásticas como de sus vivencias personales (durante la Segunda Guerra el artista fue prisionero de campos de concentración). Estas experiencias conforman la visión de un mundo deformado en el que tiene lugar una lucha por los valores humanos fundamentales, constantemente amenazados. Las representaciones más famosas de Szajna, mostradas también fuera de Polonia, son Dante, Cervantes, así como Replika, que hace referencia directa a las traumáticas experiencias de la guerra. Actualmente, el principal representante del teatro plástico es Leszek Mądzik, fundador de la Escena Plástica de la Universidad Católica de Lublin. Desde hace muchos años realiza ahí espectáculos que son una especie de meditación teatral sobre temas existenciales y religiosos.
A esta corriente se acercan los happenings fuertemente teatralizados de Jerzy Kalina y la actividad teatral de la Academia del Movimiento de Varsovia. Y hablando de las fronteras de la plástica y el teatro, vale la pena recordar también que los artistas del performance art están en continua actividad.
  Los teatros de búsqueda polacos se cuentan desde hace mucho entre los más interesantes de Europa, lo que quizá compruebe el hecho de que se les otorgue con regularidad el prestigioso premio Fringe First del festival de Edinburgo. En los últimos años se distinguió de esta forma a los teatros Agencia de Viajes, Wierszalin, Kana y Provisorium.
En años recientes, Polonia vive un gran florecimiento del teatro musical. Junto a cantantes y compositores conocidos en el mundo, se aprecia cada vez más a los directores que se dedican a la escenificación de óperas. La figura más importante de este grupo es desde hace mucho tiempo Ryszard Peryt, colaborador de la Ópera de Cámara de Varsovia (que cada año organiza el Festival Mozart) y de la Ópera Nacional. Su especialidad es la escenificación de oratorios, escenificaciones entre las que se destaca la versión teatral del Requiem de Verdi, realizada, entre otros lugares, en la Plaza Roja de Moscú. Las últimas temporadas han traído grandes éxitos operísiticos al director cinematográfico Mariusz Treliński, en quien se ha interesado la Metropolitan Opera. Desde hace tiempo son igualmente apreciados en el mundo los proyectos escenográficos creados para la ópera por Andrzej Majewski. 
También se ha vuelto cada vez más popular en Polonia la danza teatro. Junto al ballet clásico -cuyos mejores grupos están ligados a las escenas de la ópera-, ya en los años 60 y 70 surgieron grupos de danza moderna, entre los que destacan el Teatro Polaco de la Danza de Poznań fundado por Conrad Drzewiecki y dirigido en la actualidad por Ewa Wycichowska, y el teatro «Pantomima» de Wrocław de Henryk Tomaszewski (1919-2001). Desde los años 90, son dignas de mención dentro de esta categoría las ciudades de Bytom, con su Teatro de la Danza de Silesia, y Cracovia. En ellas se celebran festivales que reúnen a bailarines de todo el mundo.
La gran fuerza del teatro dramático polaco es la gran calidad de la actuación. La tradición de los grandes actores decimonónicos -con la «estrella de dos continentes», Helena Modrzejewska a la cabeza- la continúan las nuevas generaciones de grandes artistas. Tadeusz Łomnicki, fallecido en 1992 de un ataque al corazón durante los ensayos del Rey Lear, es considerado el mejor actor de la segunda mitad del siglo XX. Como en Polonia no existe una división estricta entre actores de teatro y actores de cine, muchos actores de la escena polaca son conocidos por el público de distintas partes del mundo, ya sea a través de las películas de Andrzej Wajda (por ejemplo Wojciech Pszoniak, Daniel Olbrychski, Krystyna Janda, Jerzy Radziwiłowicz) o de Krzysztof Kieślowski (Jerzy Stuhr, Janusz Gajos). Actualmente, el actor teatral polaco más conocido en Europa es Andrzej Seweryn, en los años 1984-1988 miembro del grupo internacional de Peter Brook que trabajaba en la escenificación del Mahabharata, y desde 1993 vinculado a la Comédie Française, de la que es el primer asociado extranjero.
Tadeusz Kantor
(1915-1990) fue llamado «el más internacional de los actores polacos y el más polaco de los artistas internacionales». La fama se la dio el teatro, pero en la escena siguió siendo un pintor que pensaba en imágenes y que lanzaba actores, muñecos y elementos de utilería sobre el escenario como pintura sobre un lienzo. La excepcional fórmula de su Teatro de la Muerte consistía en la creación de una ilustración plástica de los mecanismos de la memoria: secuencias de imágenes irreales, jirones de recuerdos, cómicas migajas del pasado. En sus espectáculos, Kantor creaba un espacio sugestivo en el que se mezclaban los vivos y los muertos, su biografía personal se trenzaba con la historia, con los mitos nacionales, y sus obsesiones privadas volvían como un eco atormentador. Gracias a la subordinación de los símbolos y las emociones a la férrea disciplina de la forma, los espectáculos del teatro de Kantor Cricot 2 causaban conmoción en todas las latitudes geográficas.
Los festivales internacionales son un elemento específico de la vida teatral polaca, y constituyen una oportunidad de confrontar las realizaciones de artistas del Este y el Oeste. Esta es la idea que anima tanto el festival «Concacto», que se lleva a cabo cada primavera en Toruń, como el festival «Diálogo», que se organiza en otoño cada dos años en Wrocław, alternadamente con el cracoviano «Dedicatorias» (octubre) y el varsoviano «Encuentros» (noviembre). Aparte de éstos, entre los eventos más interesantes de este tipo pueden contarse las «Encuentros teatrales» de Lublin (octubre), el festival «Malta» de Poznań (junio) -que presenta sobre todo espectáculos al aire libre-, La Primavera de Ballet de Cracovia (Krakowska Wiosna Baletowa), o la Bienal de Teatro de Títeres (Biennale Teatru Lalek) de Bielsko-Biała.