A comienzos de agosto de 1920, el triunfante Ejército Rojo se cernía sobre Varsovia y las cancillerías del mundo estaban convencidas de que la derrota de Polonia era inevitable. La maniobrabilidad de su caballería y la violencia de la ofensiva habían proporcionado una victoria rotunda a las fuerzas de la revolución, y por ello lo que sucedió a continuación sería elevado a la categoría de victoria providencial y recordado como “el milagro del Vístula”. A mediados de mes, los ejércitos de Piłsudski barrieron a las fuerzas soviéticas, de sur a norte, mandándolas de vuelta a sus líneas de partida. El posterior Tratado de Riga, que ratificó de iure este resultado de facto, merece ciertamente un lugar destacado en la historia, pues sentó las bases de un nuevo orden en la Europa oriental que perduraría al menos hasta 1939.
En el inmenso vacío de poder que quedó en el este tras la desaparición de Imperio ruso y la derrota del alemán en la Gran Guerra, colisionaron dos inmensas fuerzas. De un lado, la voluntad de renacimiento, tantas veces frustrada, de un Estado polaco que, al igual que otras repúblicas nacionales emergentes de entonces, se enfrentaba a la delimitación de sus fronteras y a la definición misma de su hecho nacional en medio de una geografía social, étnica y cultural enormemente compleja. De otro, la Rusia revolucionaria, para la cual exportar la revolución al corazón de Europa, incluso por medio de las armas, era una obligación indisolublemente unida a su supervivencia como Estado, motivo por el que esta contienda a menudo se analiza dentro del conjunto de la Guerra Civil rusa.
La fórmula para resolver el conflicto entre ambas fuerzas fue, finalmente, la guerra, algunas de cuyas características más importantes analizamos en este nuevo número de Desperta Ferro Contemporánea. Un conflicto que, en lo militar, fue fluido, librado con medios limitados y mostró determinados rasgos arcaicos que contradecían la pasada experiencia de la guerra mundial. Una lucha que exigió un enorme esfuerzo de movilización social –que abordamos particularmente en el caso polaco–, el cual no solo consistió en levantar a la población en armas, sino que también necesitó articular recursos ideológicos e identitarios. Una pugna que, por supuesto, no se limitó a los dos contendientes ya citados sino que implicó, en la medida en que se veían afectados sus intereses, a las potencias de la Entente, ya fuera a favor o en contra de unos u otros.
Índice de artículos
- Un enorme vacío. La frontera polaco-rusa de Brest-Litovsk a la Operación Kiev por Jochen Böhler (Friedrich-Schiller-Universität Jena)
- El nacimiento del Ejército de la república polaca por Janusz Odziemkowski (Instytut Nauk Historycznych)
- Del Berézina a Varsovia. El avance soviético por Jan Stanisław Ciechanowski (Uniwersytet Warszawski)
- Caballería roja por Richard W. Harrison
- La batalla del Vístula por Janusz Odziemkowski (Instytut Nauk Historycznych)
- La guerra que no quiere acabar. El drama de la población civil por Frank Schuster (Universität Giessen)
- Fronteras a sablazos. Batallas finales de la guerra y cierre diplomático por Francisco Veiga Rodríguez (Universitat Autònoma de Barcelona)